Para andar conmigo


Autor: José Luis Tejada
Editorial: Ediciones Rialp. S. A.
Madrid
Num. de registro: 6640-62.
Depósito legal: M.15833-1962


Selección de poemas:


Esto es amor quien lo probó lo sabe

Esto es amor, lo noto por la aroma.
Me da en el centro, túmbame y me eleva
y en andas de su vuelo tráeme y lleva
y en gustos de su azar me deja y toma.

 

Bien me sé yo el sabor, la añeja poma
retoñada a un milagro de la gleba.
Pero qué vieja ya, pero qué nueva
al ventanal la faz que la alma asoma.

 

Si esto no fuera amor, no me tendría,
tan viejo ya, tan niño todavía,
naciendo y me muriendo de este modo.

 

Que él y nada más que él ignora y sabe
y cabe la alma en él y en la alma cabe,
virgen amor después y antes de todo.

Pasión asunta

Asumiste mis túrdigas de ganas,
estas agrias piltrafas del deseo
y con ellas erguiste un mausoleo
donde dar tierra a tantas y tan vanas

 

protuberancias de vapor. Lejanas
se apagaban las hebras del zureo
y en su vez nieves músicas de Alfeo
paliaron la adustez de mis besanas.

 

Albañila de mí, remendadora
de cuánto siete del amor, de cuánto
zancajo de penuria y carestía.

 

A saco entraste por mi azar y ahora
soy tan cosa de ti, me has hecho tanto
que ni es decente que te llame mía.

Sequero

Ya están replantonando la lechuga,
devastando la almáciga de menta.
Ya se quebró el yelor. Hazte la cuenta
que viene abril mullendo su jamuga.

   

Ya el cogollo mollar se desarruga
y Dios en la albitana canta y cuenta
su cuento y su canción. Ya la osamenta
recorta de los brécoles la oruga.

   

Todo se cuelga para tu llegada;
barroquizan las vides su arabesco
y afelpan los albérchigos sus teces.

      

Sólo en mi dentro no florece nada.
Sólo yo ni me espigo ni me crezco
por ti ni por tu abril como otras veces.

Insta al niño Dios a nacerle en sus adentros

Nace aquí, Dios, donde más falta hace.
Donde más urge tu presencia pura.
En esta soledad, en esta anchura
-pecho quise decir-, ven Dios y nace.

                                   

Deja el portal de siempre, donde pace
su rutina la bestia y su pastura.
Sin ángeles ni reyes, en la dura
tierra de mí, tiéndete Dios y yace.

                            

Vienes a cruz, a cruz vete avezando:
Nada más cruz ni nada más martillo,
ni más hiel, ni más clavo, ni más pena.

                  

Matracas de mis huesos repicando
gloria a ti, corazón o caramillo:
Yo tu Belén y Tú mi noche buena.

Fruta

Qué sabes tú las llamas que tú llamas
ni a cuáles precipicios precipita
tu volumen frutal, tu olor de cita,
tu sangre en forestal rumor de ramas.

     

Tú vas y no te ves, te me derramas
y no te mojas tú, solo en mi cuita,
un verdor de delfines me visita
y se deja en tus peñas sus escamas.

      

Risueñamente tú, como si nada,
me retienes el látigo moreno
de mi mano en la nata de las tuyas.

      

No la sueltes que está, desorbitada,
amagando en el lampo de tu seno
un trallazo de garfios y de puyas.

Leyendo unas cartas viejas

El corazón aquí y aquí se estuvo...
Y aquí también... Y aquí. ¡ Qué hartón de vida
tirada por los bordes desta herida
en qué otro corazón que me sostuvo !

    

Recuerdo arriba, adentro, me entro, subo,
leyendo, yendo en letra conocida
por un ayer que se me desolvida
hiriendo al desandar cuanto se anduvo.

    

Aquí se tuvo el querezón y pace,
cordial, cárdeno eral de sangre y yace
sobre, bajo este trebolar, defunto.

   

Una carta el vivir nunca acabada,
entinta, veniazul, desaforada...
que data y firma Dios y pone punto.