El cadaver del alba


Autor: José Luis Tejada
ARBOLE
Editorial Oriens. Madrid.
Depósito legal:  M. 19119-1968
Viñeta de la portada original
de Rafael Alvarez Ortega

 

 

 


Selección de poemas:


Dice la misteriosa adecuación entre su amada y su carencia

Eres tan grande como mi carencia,
tan imponente como mi agonía,
tan nada tuya como toda mía
y tan, como yo culpa, tú inocencia.

    

Se me ve a tu través, tu transparencia
le otorga resplandores a mi umbría.
Por llenarte de mi, quedas vacía
o plena cundes contra mi indigencia.

   

Cómo encajas en mí, cómo es mellizo
tu amor gigante de mi amor enano,
misterios son de gracia, que no azares.

    

Pregúntaselo al mismo Dios que hizo
tu pecho a la medida de mi mano
y tamaña mi sed con tus mares.

La primera palabra

Te debo esa palabra :
posibilitadora.

    

El niño que uno es siempre
necesita la concha
de tus manos, el techo
de tu bondad redonda.

    

El que sepa valerse
por sí mismo, que rompa
a andar según le guíe
su gana poderosa.

    

Pero quien esto escribe
gracias a la amorosa
soledad en que erguiste
por mí, silencio y sombra;
quien toda esta paz íntima
-imprescindible alfombra
donde posar de lleno
la palabra y la obra-
recibió de tu cuido
de ave-madre afanosa,
de tu redor de mimo,
de tu celo y tu colcha;
quien se encuentra en la mano
la pluma abierta y pronta,
la página delante,
la luz detrás felposa,
y gracias a las tuyas
liberadas sus horas;
quien, como yo, te debe
la ocasión creadora,
el cerco de lo bello,
la caza de la forma,
no paga aunque te entregue
las briznillas de gloria
que vendrán, si es que vienen,
cuando Dios lo disponga.

     

Lo menos que hacer puede
es buscar la más honda
palabra, las más fuerte,
más exacta y hermosa
que, si no pague, al menos
la deuda reconozca.

    

Y afinándose el labio
por darla más sonora,
signando y santiguando
la intención y la boca,
llamarte simplemente
posibilitadora.

Canta a aquel punto donde nacen los pechos de su amada

Aquí donde se rompe tu belleza
en dos orbes suavísimos e iguales,
donde pregona amor con voces tales
que se me yergue la naturaleza,

   

aquí, donde parece que tropieza
contra tu bulto Dios roto en cristales,
déjame apontocar los tres puntales
del corazón, la mano y la cabeza.

   

Corazón que se acuerde con el tuyo,
mano perpleja entre una y otra cumbre,
cabeza en tanta pluma derrumbada.

   

A ver si el pecho rinde en ti su orgullo,
si la mano se pierde en tu costumbre,
si te aprende la frente de almohada.

Hoy por hoy

Hoy me siento feliz… por nada. ¿Un libro?
¿Una visita? ¿un grato sueño?
Para ser feliz basta
ver sin angustia deslizarse el tiempo.

           

Hoy tengo paz. Había
olvidado su rostro blanco, inmenso.
Una mujer que vuelve
a quererme. Que ha vuelto.

        

Vengan hoy los amigos
que para todos tengo
el silencio bastante y la palabra
encendedora del entendimiento.

                      

Me vaga una sonrisa
muy cerca de la cara. No me atrevo
a sorber, a sumir su mañanía.
Esta más cerca Dios… ¿o está mas lejos?

                

Si hoy me llega una tórtola y me canta
despacito, seguro que la entiendo.
Si hoy busco la esmeralda
mayor del mar, la encuentro.

             

Ha sido un sonrisa,
media lástima, un verso…
Un ángel-niña que se entró en mi casa
y me ha puesto de amor como me ha puesto.

No se atrve a creer que su amada padezca, como el, del mal de ausencia

¿De veras tú también?... Quiero y no quiero
creérmelo y creer que no ardo solo.
¿No es leyenda piadosa? ¿No es como lo
de la cigüeña o el ratón casero?

      

Si no es cuento de amor, si es verdadero,
corro al laurel ya mismo y me aureolo
y en tu fervor devotamente inmolo
tres palomas, dos mirlos y un jilguero.

    

Y hago más, cojo el verso y lo abarquillo
para mandarte un corazón urgente
con un beso postal sobretasado

     

si es verdad que tan mal y tan cuchillo
y como yo de irremisiblemente
te desangras de amor por el costado.

Reconoce su deuda para con la amada

Tengo deudas de ti, te debo tanto
que al verte andar me paso a la otra acera.
Te debo aquella sangre, la primera,
este niño, aquel verso y ese llanto.

     

La pluma, la palabra con que canto,
la saliva, la tinta, la salsera,
el tierno pan del pecho y la cadera,
el amor, el amor Dios sabe cuánto.

    

Soy tan de ti, me siento tan contigo
entrampado de amor hasta los huesos
que por ver de pagar me he puesto en venta.

      

Pregono el verso y vendo cuando digo.
Abierta está la caja de mis besos
y no me quieres tú pasar la cuenta...

Del perro insoslayable y de su pan preciso

Tienes razón, el alma sobre todo;
pero detrás, el cuerpo insoslayable.
Por una vez perdona que te hable
de verdad, a mi gusto y a mi modo.

   

Estamos amasados con el lodo
mismo de Adán, parduzco y deleznable,
pero también, oh cándida, inflamable,
caústico y más con la avidez del yodo.

    

Ladra un perro de sangre por las venas.
Pide su pan y tensa las cadenas
y nos crispa el silencio con su aullido.

    

Démosle, pues, para que calle y coma,
y alcémonos después, cóndor, paloma,
mientras él queda a nuestros pies dormido.

Febrero

Va la tarde a doblar. Febrero extiende
sus visillos de sal por el espacio.
La luz es poca y, sin embargo, duele
contra los ojos agotados.

   

Salen los niños de su escuela. Serios,
ni alborotados ni gritando,
como si el tiempo gris les encogiera
las gargantas, las piernas y los ánimos.

     

Acaso cruzo el centro de la vida.
Acaso lo he cruzado
muy antes y la cuenta de mis días
Acabe en estos treinta y tantos años.

      

Estas tardes así, como evadidas
de la galera general, flotando
en un aire incoloro… se diría
que apenas son su propio tránsito.

    

Tardes para sumirse en uno mismo,
cerrar los ojos y pensar despacio,
pasar lista al amor, y, pues no vino
echar el corazón fuera, a buscarlo.

Esto del tiempo

Esto del Tiempo es para acabar loco.
Se piensa y no se acaba. Se nos queda
la frente entre las manos, mientras rueda
a su muerte la vida, poco a poco.

    

La frente entre las manos y me toco
la sangre andando con su andar de seda.
Me estoy jugando la única moneda
y en ella el corazón. Si me equivoco...

   

Será cosa de andar, de darse prisa.
O acaso de esperar... ¡Oh la indecisa
lucha del hombre contra el pensamiento!

          

Burro vendado en torno de su noria
con cadenas de sangre y de memoria:
Hombre amarrado al potro del momento.